Se han vuelto locos los semáforos de Madrid
y hacen un pasillo cuando la prisa te aprieta
para que puedas llegar a tiempo al último tren.
Se han vuelto locos los árboles y mueven el aire
sólo para que tu perfume se escape de tu pelo
y envuelva esta cuidad vacía.
Se han vuelto locos los bancos
e intentan despegarse del suelo
sólo para que te pares un rato en ellos.
El mundo se ha vuelto loco (por ti).
Y nadie lo entiende.
Pero yo sí,
porque habría hecho lo mismo.
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