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miércoles, 4 de diciembre de 2013

Desorden en cajas de metal.

Y no son otros los motivos, que tus ganas de desordenarme la vida, las que me llevan a buscar un ancla con la que caer firme al fondo del océano de tus manos. 


Que si buscas entre sábanas arrugadas, sonrisas perdidas, verás que vivieron allí por un tiempo, el mismo que tardaron en desaparecer estas cicatrices que hoy se esconden bajo una piel nueva, firme... pero suave.


Existen miles de estaciones que pueden hablar de nuestro secreto a voces, y muebles, que escondían miles de telas que me quitaste despacio, botón a botón, o deprisa, sin fijarte en los colores vivos que ya no habitan esos cajones en polvo.


Y es que hay un lugar, donde dejé enterrados todos mis sueños e ilusiones, como quien de pequeño guarda sus juguetes más preciados... en una caja de metal, y no me atrevo a volver.


Porque volver, es verte, descubrirte, devorarte, acariciarte, escarbarte, hasta que tu alma me permita otra vez volver a ser esa niña, con miles de historias por hacerse realidad.